sábado, 30 de junio de 2018

La misión como una oportunidad para acercarse a la realidad humana.


La Orden de Predicadores tiene como uno de los pilares de su carisma la vida apostólica. Este pilar se centra en la predicación, es decir, llevar el mensaje del Evangelio a quienes no lo conocen y a las periferias del mundo. La misión en este pilar se convierte entonces en parte fundamental, pues para predicar como lo hicieron los apóstoles es necesario salir de la zona de confort, de las zonas comunes que nos brindan seguridad, e ir a esos lugares olvidados. De este modo, con la misión se abre la oportunidad de encontrarse con realidades que no se conocen y que a través de la predicación se pueden acercar a nosotros.

Un ejemplo de misión en el apostolado es el Ancianato Mi Casa, en la ciudad de Tunja. En el prenoviciado tenemos la oportunidad de acompañar a las personas de la tercera edad que viven en este ancianato y que son cuidados por las Hermanitas de los Pobres. Aunque es una misión dentro de la misma ciudad, este lugar resulta ser una "periferia" del mundo moderno, pues las personas de la tercera edad, en la mayoría de las ocasiones, son relegadas por la sociedad e inclusive por sus familias. Lejos del mundo "activo", que deja ingresos o utilidades, las personas de la tercera edad se encuentran en una periferia a la que está llamada la Iglesia a evangelizar.

El caso del ancianato Mi Casa muestra una realidad que es cada vez más fuerte. La población colombiana está envejeciendo y la pirámide poblacional se está invirtiendo rápidamente. Esto quiere decir que con el paso de los años, hay más personas de la tercera edad, con relación a niños y jóvenes en el país. Dicha situación tiene consecuencias sociales, pues se necesitará más dinero para las pensiones y habrán menos personas cotizando en el sistema, debido a que hay menos personas jóvenes. Además, la expectativa de vida seguirá aumentando y la incidencia de enfermedades crónicas y de alto costo, como la hipertensión, la diabetes o las patologías renales, será cada vez más alta.



Sin embargo, la consecuencia social más relevante es que nuestra sociedad no está consciente de la importancia de su población mayor y prefiere aislarlos y desentenderse de ellos. Esta realidad se observa en muchos hogares y anciantos en los que los abuelos se encuentran solos y abandonados. Allí, en medio de esta situación de abandono y de tristeza se debe hacer presente la predicación y la misión, para recordar, como lo hacía Jesús, que para Dios primero están los frágiles y relegados; ellos son su prioridad porque son las criaturas más necesitadas de su amor y misericordia. Por tanto, en estos lugares debe llegar la misión, para acercarse a la realidad humana de una manera viva y consciente.

La misión en este caso se convierte en una gran oportunidad para vivir de cerca con las personas que no conocen el Evangelio o que han sido olvidadas por la sociedad. A ellos fue a los que más se acercó Jesús en su vida pública, para recordarles que Dios no se olvida de nadie, mucho menos de ellos y que nuestra esperanza está puesta en Él que siempre, al final, ordena todo para el mayor bien. A su vez, la misión permite ir a las "periferias" del mundo para conocer mejor las realidades de un mundo agobiado por el egoísmo y la falta de caridad con el prójimo. El reto, siempre, es dejarse contagiar por el impulso misionero y seguir adelante con la vida apostólica como lo hicieron los apóstoles hasta el final de sus vidas.

Autor: Sebastián Alarcón
Prenovicio Orden de Predicadores

Fuente Imagen: Sierva de Dios Madre María Amada. En línea: http://www.mariaamada.com/es/page/apostolados



sábado, 16 de junio de 2018

Perdido


“Aquel viajero alado, ¡cuán triste y vacilante!
Él, antes tan hermoso, ¡cuán grotesco y vulgar!
Uno el pico le quema con su pipa humeante;
Otro imita, arrastrándose, su manera de andar”.
(Baudelaire, Charles., las flores del mal)



Bajo la luz del novilunio, estamos disfrutando de una conversación simple, en la plaza principal del villorio. La amena conversación la acompañamos de cigarrillos y copas de aguardiente. Lo hacemos cada vez que estamos de paso en nuestro pueblo natal. El alcohol está calentando nuestros cuerpos, mientras que en esas horas de la noche una niebla espesa cubre la plaza principal; estamos realizando peroratas de cualquier tipo, nuestros diálogos van cambiando de manera constante, volviendo una y otra vez al mismo tema de partida.
Siempre me he caracterizado por la habilidad de escuchar a las personas, el hilo de la conversación la tenían José y Margarita. En un momento, todo se quedó en silenció mientras que seguían la mirada a un muchacho. José, el más sobrio de los tres, dijo: -él viene de una familia adinerada, su familia lo mandó a varios centros de rehabilitación en Bogotá debido a su adicción a una sustancia alucinógena-   pregunté: -¿quién? Margarita que nos acompañaba esa noche señalando dijo: - ése que va allí caminando-. Al desviar mi mirada, no lo puede ver, ya que estaba de espaldas, vestido completamente de negro y con una capucha: le cubría su rostro.  
José continúo con su relato: - Su familia tiene una finca en un clima templado, agradable para pasar un buen fin de semana. Cierto día, todos estaban reunidos allí disfrutando de un buen asado. Ellos pensaron que ya había salido del mundo de las alucinaciones. Mi lector desconocido, nuestra existencia tiene momentos que han de salir a la luz y, de esos instantes, se tornan no muy agradables. No vamos a perder el hilo de esta historia, he de volver a nuestro tiempo de partida. Margarita y yo seguíamos la conversación con nuestros ojos. Mientras José tomaba una copa de licor, continúo con voz llena de melancolía: -él se perdió un momento del grupo familiar, su mamá per accidens lo encontró en unos arbustos y perdido en ese mundo quimérico. José, respiró hondo para decir: -desde ese momento vaga por las calles del pueblo-. 
Después de la historia que contó José. Los tres seguíamos con nuestros cigarros y copas de aguardiente. Por un momento desvié la mirada a todos lados, al instante divisé a un hombre nuevamente vestido de negro; pero roído por el tiempo. Él, levantaba las cajas vacías de aguardiente para mirar si aún había contenido en ellas. No pude evitar seguir sus movimientos con mi mirada; también él respondió a mi mirada; aún seguía con su capucha, su rostro estaba cuarteado por una pintura blanca, mientras en su mano izquierda tenía un tarro de pegante “bóxer” junto a su nariz.
Fin
Autor: Leonardo Parra Acosta.
Prenovicio Orden de Predicadores, 2018


Fuente imagen: http://noestoyperdido.blogspot.com/2006/10/hijo-de-la-luna.html

martes, 5 de junio de 2018

LA CONDICIÓN CRISTIFORME DEL SER HUMANO



Analizar la vida de ser un cristiano inicia con preguntarnos: ¿Quién es Dios?, definir quién es este ser divino, el cual es el centro de nuestra vida, es lo más importante y para esto es necesario manifestar que Jesús es Dios, con su padre y con su Espíritu Santo. Son las tres personas que constituyen el misterio más grande de la humanidad, la Santísima Trinidad, que no es más que la unión de tres personas en una misma esencia, un mismo fin, una misma divinidad, que por fe creemos y no hemos de dudar en su existencia real y verdadera.
El ser cristiano tiene como fundamento el creer y aceptar a Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre y tener presente que la vida en cristo no se reduce a una meta a la que se llega después de un recorrido de vida cristiana, la vida en Cristo se nos da desde el bautismo. “Dios nos trajo la salud mediante el baño bautismal de regeneración y renovación que obra el Espíritu Santo. Él derramó con toda profusión sobre nosotros este Espíritu por Cristo Jesús, nuestro Salvador. Así, justificados por la gracia de Cristo, hemos obtenido la esperanza de poseer en herencia la vida eterna” ( Tito 3, 5-7);   por eso se dice que la vida cristiana debe de ser gradual y progresiva, por tanto es necesario contemplar y vivir el evangelio como el cimiento que Cristo-Jesús nos dejó para alcanzar esa gracia que tanto anhelamos como seres humano creados a imagen y semejanza de Dios; esto en razón de que la religión de Jesús es la religión de las buenas personas; y son buenas personas las que se contagian de cosas buena, como el servicio, la entrega por el otro y el desinterés ante lo material. Con esto el hombre logra conseguir el fundamento de ser un buen cristiano y un honesto ciudadano.


Son muchos los escritos que se pueden consultar al momento de abordar el tema de la vida en Cristo, del ser en Cristo, pero la fuente principal es la Sagrada Escritura. En ella se puede conocer la persona de Jesús. Por ejemplo, san Pablo utiliza 164 veces la formula “en Cristo” y con esto san Pablo hace referencia al cambio radical de la condición humana, a nivel ontológico, lo cual debe ser asumido y vivido desde Cristo Jesús. Todos estos textos nos indican que la comunión de vida incluye una coherencia ontológico-existencial. En razón de ello no podríamos olvidar “Sí Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en nosotros” (Romanos 8, 10-11). Por lo tanto, la vida en el Hijo, Cristo Jesús, nos lleva al Padre y al Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, que muchas veces se entiende como otra persona distinta, es quien vivifica nuestro ser en Cristo, por eso nuestros cimientos deben ser como los de Jesús, quien los fortalecía con su vida pública. De esa manera con su resurrección, el Hijo nos hace participes del reino de Dios, nos revela el Padre, nos da su Santo Espíritu y nos inhabita con la Trinidad, por medio de la filiación, que es la comunión de la existencia personal de Jesús. Es por la filiación que se da la transformación ontológica del ser en Cristo Jesús, nuestro Salvador y Señor; con esto se nos da la condición Cristiforme. Es verdad lo que nos dice Jesús en las escrituras “Os conviene que yo vuelva al cielo, pues de su partida dependía la venida del Espíritu Santo”.
Dentro de ese proceso que nos lleva a tener la condición Cristiforme, se requiere un fundamento que debe ser entendido como el proceso de Cristificación del hombre, ya que el hombre nace del pecado y mediante el bautismo es purificado del pecado y en el camino de la vida debe unir sus esfuerzos y su voluntad a un proceso de justificación, del que habla también Pablo en su carta a los Romanos, y en el cual mantiene su postura de vivir en Cristo mediante el Espíritu Santo y así llegar cada uno de nosotros, creyentes, a SER CRISTO. Esto quiere decir alcanzar el don, el regalo de Dios, que es el significado de Gracia en griego.


Por tanto, el ser cristiano, es ante todo un proceso Cristocéntrico, que parte del reconocimiento del ser pecadores, haciendo de nuestro corazón, un regalo para Dios, humilde, sencillo, contrito, construyendo un camino que se cimiente en la justificación, despecatización, por la unión del hombre con Dios, por medio de la relación fiel con Jesús, alcanzando así LA GRACIA, que la da el mismo Jesús y que es Jesús. Somos inhabitados por la santísima Trinidad, con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo de Jesús resucitado. Por eso el cristiano es y vive en misión, que consiste en hacer suyo el misterio de Cristo, haciéndonos un nuevo Jesús en el mundo de hoy, viviendo Jesúsmente.


Sergio Andrés Escalante Hernández
Prenovicio de la Orden de Predicadores, Provincia San Luis Bertrán de Colombia.

Fuente imagen 1: Iglesia.Info. Disponible en: https://www.iglesia.info/oracion-milagrosa-la-santisima-trinidad-casos-dificiles-urgentes/
Fuente imagen 2: Jesus Christ for muslims. Disponible en: https://www.jesuschristformuslims.com/es/mensaje-del-dia-jesus-el-sanador/

Rreflexión, del Evangelio de Juan  Lectura del santo Evangelio según San Juan (6,51-58): En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente...